Fernando Porras-Isla es una figura referente en la transformación de los espacios públicos. Junto a Aranzazu La Casta, el arquitecto cántabro fundó en 1988 Porras La Casta Arquitectos, estudio desde el cual han abordado multitud de proyectos centrados en la arquitectura, el territorio, el paisaje y la cooperación internacional.
Con un espíritu común que apuesta por la sostenibilidad, el paisajismo y las personas, BDU ha trabajado juntamente con Porras-Isla para llevar a cabo ambiciosos proyectos de regeneración urbana como Madrid Río y, más recientemente, Plaza España. Ambos destinados a una ciudad que vive la transición hacia una nueva concepción de los espacios públicos, donde las personas y las comunidades se encuentran en el centro de todo.
- Plaza España ha protagonizado muchas portadas desde su inauguración a finales de 2021. No es para menos: el proyecto ha transformado profundamente la movilidad de esta simbólica plaza. ¿Cómo definirías de forma escueta el proyecto? ¿Cuáles eran los objetivos?
Plaza España tiene cuatro ejes fundamentales. El primero es conseguir un espacio para el peatón que antes era inexistente. Es decir, lograr que el lugar sea un enlace peatonal entre el Palacio Real, el Templo de Debod y la Gran Vía.
En este sentido, el segundo eje tiene que ver con un cambio de movilidad para los automóviles con el propósito de dar lugar a los peatones. El espacio de asfalto dedicado a los coches se reduce, por un lado, pero por el otro se construyen dos pasos subterráneos para que los más de 6000 vehículos que se movían por la zona ahora puedan circular por estas vías inferiores y dejar un paso exclusivo para el peatón.
La tercera de las estrategias tiene que ver con la vegetación. Esta parte se encuentra muy ligada a otro proyecto, Madrid Río, que también trabajamos con BDU. Se vincula mediante una cadena de nuevo arbolado, de manera que la naturalización de este espacio acompaña al peatón. Así, hemos conseguido que el espacio sea no solo para los peatones, sino también para los árboles, con unos elementos muy importantes como lo es el Jardín del Matorral —llamado el Campo del Moro— y la Casa del Campo, considerado el gran parque de la ciudad de Madrid. Todo ello se vincula y eleva la vegetación hasta la Gran Vía.
Plaza España, Madrid
El cuarto eje tiene que ver con el patrimonio histórico, ya que sabíamos que durante la obra podríamos encontrar restos históricos. Por lo tanto, lo que hemos hecho ha sido un itinerario cultural que va visitando los hallazgos descubiertos: desde los restos de un palacio del siglo XVIII que ahora tienen una gran cubierta verde desde la cual contemplarlos, hasta unos arcos que hemos trasladado ya que, al encontrarse en los túneles, los coches se los iban a llevar por delante. También hemos recolocado unos contrafuertes que están bajo tierra y que pueden observarse a través de unos óculos de vidrio.
Resumiendo, los cuatro ejes son: la continuidad del espacio para el peatón, el replegado del automóvil —posible gracias a que Madrid ha limitado el tráfico—, la vegetación como elemento de vínculo y, por último, la historia que se hace visible en este recorrido.
- La puesta en marcha de Madrid Río marcó el rumbo hacia un caso de éxito ecológico y ciudadano gracias a la recuperación de un espacio verde junto al río Manzanares tras el soterramiento de la autovía M-30. Una zona antes para los coches y ahora para las personas. ¿Nos dirigimos hacia un modelo urbano que dirá adiós a la hegemonía del vehículo privado?
Desde luego que sí. Primero, es un deseo, y segundo, es algo que se constata. Más aún cuando estamos en una época de pandemia, o pospandemia, en la cual queda claro que el espacio libre, limpio, puro y saludable es lo que la gente necesita en esta vida. Son las ciudades del futuro.
Deberían dejar de ser las ciudades del negocio, así como del automóvil, para ser entornos en los que hubieran cuidados a la gente y salud. Esa aspiración implica que el vehículo privado deje espacio en la ciudad, pero en realidad ya hay muchos mecanismos para que sea así: encontramos coches de uso compartido, coches eléctricos y otros modos de transporte “blandos” que tampoco requieren un ejercicio físico muy grande.
Las ciudades deben tender, claramente, a que el automóvil privado deje de ser un mecanismo de uso diario. Por ello, las ciudades de un tamaño medio —las que están entre los dos y los cuatro millones de habitantes— disponen de las dimensiones ideales porque, por un lado, tienen una densidad que las hacen sostenibles y, por el otro, tienen una ocupación del suelo que no es excesiva. Así, existe la capacidad de que las asociaciones de personas configuren un mejor uso del espacio público.
Madrid Río
- BDU ha contribuido al proyecto de Plaza España con la creación del parque infantil bautizado como la Isla Barataria. Para Madrid Río, construimos el Salón de Pinos y el parque de Arganzuela. ¿Cuál es el papel las zonas de juego en los espacios públicos de las grandes ciudades? ¿Por qué dar importancia al valor lúdico?
Esto es algo que he ido descubriendo cada vez más. De hecho, con BDU estamos actualmente trabajando en un proyecto cuyo foco es el área de juegos. Y nos lo ha pedido la alcaldía. Cuando nos llamaron, nos dijeron “queremos hacer un parque, pero no queremos hacer «un parque»: queremos crear una gran área de juegos y, luego, un parque”.
Entonces, claro, esto tiene que ver con algo que BDU sabe bien: con el crecimiento de los niños, con la asociación entre ellos, con el riesgo como reto constructivo y con el espacio como un lugar para socializar. En esta línea, la zona que hemos construido tanto en Madrid Río como en la Plaza España es un éxito increíble. Hemos construido una zona de juegos que se llama la Isla Barataria, en referencia al Quijote porque la plaza España está presidida por la imagen de este. Y es que el Quijote le promete a Sancho Panza que va a ser gobernador de una Ínsula llamada así. De este modo, pensamos que la isla de los niños, el área de juegos, debía tener ese nombre.
En definitiva, es uno de los puntos calientes del proyecto, en el mejor sentido. Es un punto en el que siempre hay gente y los juegos van acompañados de bancos y de lugares sustanciales. De hecho, estamos trabajando en la Avenida del General Perón, donde los juegos de BDU, a pesar de ser más modestos que los de Plaza España debido a la homologación del ayuntamiento, también tienen un protagonismo importante. Si preguntas a la gente, lo primero que te van a pedir es un área de juegos.
- Desde BDU nos enorgullece haber participado en proyectos comunes de este calibre. ¿Por qué elegiste trabajar con nosotros?
Yo llegué a BDU por unos socios holandeses de un proyecto. En realidad, a nosotros BDU nos llega a través de alguien que nos lo presenta, alguien que ya los conocía y que confiaba mucho en ellos. En aquel entonces dedicamos mucho tiempo a diseñar los juegos, a adaptarlos, porque al fin y al cabo eran diseños que ya tenía Richter en Alemania. La experiencia fue muy satisfactoria.
Hay dos componentes cuando trabajas con BDU y Richter. Uno es el personal de España y otro el de Alemania. Siempre vemos un enorme interés por el personal de España en que el juego tenga mucho valor. Trabajamos con ellos desde el primer momento y luego se incorporaron los fabricantes, Richter, con un conocimiento extraordinario de cada pieza, cada posibilidad de juego, y con ellos llegamos a construir cosas que ni siquiera están en el catálogo.
En el caso de la Isla de Barataria, también tuvimos que jugar con el estigma económico, que es siempre complejo, y adaptar elementos que estaban en la serie de Richter pero a formas totalmente nuevas. Por ejemplo, la torre central, la combinación entre torres, es la primera vez que se construye de esa manera. Pero con BDU nos sentimos siempre muy bien tratados porque vemos el interés en que el área de juegos sea muy buena para los niños. En realidad, no solo niños, porque algunos de los juegos que hemos instalado también son para niños de hasta 80 años.
Plaza España, Madrid
- Las grandes ciudades se están reencaminando hacia una nueva concepción de los espacios públicos. ¿El paisajismo es un factor clave en este escenario?
Absolutamente sí. El paisajismo es una disciplina que no dispone de la firmeza existente en muchos otros países europeos, incluido Portugal. El paisajismo en España podría no existir desde el punto de vista legal porque no se requiere un paisajista para hacer un proyecto. En la ley de la edificación no existe la figura del paisajista como profesional imprescindible, como alguien que tiene que firmar sus proyectos.
Sin embargo, ya hay en España muchos másteres, formaciones o carreras que tienen que ver con esta disciplina. En los concursos de grandes áreas urbanas ya se está empezando a exigir este tipo de titulación, y eso seguro que tiene que ver con Madrid Río. Estoy seguro de que Madrid Rio es un antes y un después en la arquitectura en Madrid. Y el paisajismo es un factor que desde el siglo XIX ya era importante. En realidad, ya lo era en el barroco y en el renacimiento, donde había unos jardineros que realmente actuaban como paisajistas. Y también desde la aparición del término «arquitectura del paisaje». Además, el concepto de paisaje ya se construye en la pintura y vemos el paisajismo como representación de este.
Así, el paisaje es una construcción intelectual de quién mira la naturaleza. La naturaleza no hace paisajes: esto lo hace el hombre que lo está mirando. Estoy convencido. Nos están llamando de muchos sitios porque trabajamos no solo como arquitectos, sino también como paisajistas. Es el caso de Batlle i Roig, con quien también vais a hablar. Se trata de un ejemplo de muchísima relevancia. No obstante, ambos tenemos un título de arquitectos, tanto Enric Batlle, como Joan Roig, como mi socio, como yo… Somos arquitectos y, luego, nuestra experiencia nos ha llevado a hablar de paisaje y construir paisaje.
Madrid Río
- ¿Es realista esperar que la arquitectura y los espacios de ocio puedan ser una palanca de cambio hacia la regeneración social y medioambiental?
Los alemanes cada vez son más conscientes de esto, del mismo modo que las corporaciones locales. Creo que, en paisaje, Cataluña va por delante del resto de España. De hecho, hay una ley de paisaje que sería muy buena en otras comunidades.
Considero que la arquitectura no puede llegar tan lejos. Diría que el progreso es una mezcla de arquitectura, paisajismo, conciencia social, educación y sociología. La arquitectura no es salvadora por sí misma, sino que ha tenido históricamente más una función de afirmación política que de transformadora de todo. Todo va unido, al final las figuras de poder querían construir las ciudades como una manifestación del poder de los dioses o de los reyes.
Ahora, afortunadamente, la arquitectura cada vez es más social. Sin embargo, no solo es la arquitectura, es mucho más, y yo pondría antes la educación por delante.
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